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¿Acaso importa el aviso?

De alguna manera ella sabía que le volvería a romper el corazón. Estaba tan segura como que se había mojado su alma, la tarde anterior, con aquella lluvia de lágrimas. Pero igual se atrevió insistir.

Ella hacía oídos sordos a los resoples de un cerebro cuerdo, o casi cuerdo, y solo decidió asumir el capricho de un maltrecho corazón. Fue un debate intenso de muchas horas de insomnio que le permitieron tomar ese camino.

En realidad no hizo falta la sapiencia de un sabio o científico en sentimientos para llegar a esa conclusión, a pesar de que sabía que volvería a sufrir.

Resultaba paradójica la situación, pero en fin, pensaba ella, solo se vive una sola vez. Entonces, cuando estaba segura e iba a dar su respuesta, algo o alguien le susurró al oído: ¿acaso importa el aviso?

Sin piedad

Yo sembré mis sueños donde tú estás pisando ahora; pisa suavemente, porque tú estás pisando a mis sueños.

Fragmento del libro Brida de Paulo Coelho

Pero no hizo caso a ese pedido y simplemente  se dedicó a sembrar ilusiones y luego arrebatarlas de un solo golpe sin piedad…

El secreto de Laura

Laura tenía unos ojos tristes, sus pasos eran lentos, pesados y su actitud reflejaba que escondía en su pecho un gran secreto.

Los que pasaban cerca de Laura notaban algo extraño, pero nadie se atrevía a preguntar directamente, solo miradas indiscretas o cuchicheos recibía a su paso.

Y es que ella tenía un extraño objeto que hacía supuestamente función de corazón y que Laura, a pesar de su marcada timidez, tenía la desfachatez de mostrar. View full article »

Adiós…

Indiscutiblemente fue un adiós, pero no fue ese adiós simple y momentáneo que estaban los dos acostumbrados a darse después de cada pelea. Ella, esta vez, sintió que era definitivo.

El adiós fue seco, cargado de rabia, también de dolor y hasta con una pizca de odio; la dosis de disttancia se compartió para ambos; y ella otra vez, lo sintió definitivo.

Este adiós fue uno de esos que se atraviesan en la garganta, y aunque el tiempo se encargaría de disolverlo, siempre queda ese gusto a amargura que cubre la memoria, pero también el corazón; por eso ella, volvió a sentirlo definitivo.

El adiós fue culpa de él o de ella, no se sabe distinguir, mientras se mezcla cual droga que corre por las venas los deseos de gritar: !no te vayas, no me dejes, no te alejes! Aunque ella sabe perfectamente que ya no hay vuelta a atrás, que ya todo está dicho, y no le queda más remedio que, acostumbrarse, esta vez, a ese adiós definitivo…

Inmóvil

hoja_arbolAquella hoja era parte de la geografía del árbol, pero a diferencia de sus hermanas, permanecía inmóvil por más que batiera el viento.

Lo suyo no era moverse al antojo de cualquier corriente insulsa, lo suyo no era ir al ritmo que la vida le impusiera, porque lo suyo era estar ahí, estática, sin percibir el paso del tiempo.

Y vino la lluvia, los rayos de sol, el influjo de  la luna, el aire… y aquella hoja parecía más muerta que viva, incluso haciendo el proceso de fotosíntesis, simulaba ser plástica, aunque sabíamos que era natural.

Los que pasaban y observaban el vaivén acompasado de sus hermanas llegaron a darse cuenta que aquella hoja no era normal. ¿Cómo podía permanecer sin dar una señal de vida, de alegría o por lo menos tristeza? ¿Cómo no se daba cuenta que afectaba el ritmo perfecto de las otras?

Por ello fue sometida a varios análisis, que al final resultaron inútiles, porque a la hoja poco le importó ser la nota discordante en aquel frondoso árbol.

¿Esperanza?

mujer-pensandoEmilia se cansó de esperarlo… Le juró una y mil veces que llegaría, que no temiera. Juntos harían realidad los sueños de los que tanto hablaron desde la distancia. Juntos limarían las diferencias que a veces eran culpables de las disputas. Juntos programarían el futuro incierto que querían firme.

Emilia al inicio fue muy incrédula. No creía en sus palabras ni halagos, en los trucos de encanto, pero poco a poco lo fue conociendo – bueno creyó conocerlo- y fue cediendo espacio al sentimiento. Los contrastes se fueron fundiendo en un solo color y aunque a veces se escapa un destello de gris, enseguida era pintado por una disculpa convincente.

¿Quién podría decirle que las historias rosas no existen? ¿Quién podía ofender su “inteligencia romántica” diciéndole que no creyera en sus sinceras palabras? ¿Quién se atrevía a disfrazar de villano a un ser casi puro, solo lacerado por unos insignificantes defectos? Al final, todos tenemos defectos.

Ella quería ser premiada por ese sentimiento del que todos hablaban y que desconocía, por eso esta vez creyó como una niña cuando sus padres le mienten sobre la existencia de los Reyes Magos y la procedencia de los regalos.

Emilia sentía que en ella crecía una cosa extraña, inexplicable y simplemente se dejó llevar. Era como estar flotando sobre el vals Danubio Azul que tanto le gusta, era como estar en las nubes y hallar el suelo insignificante, diminuto.

Por eso Emilia se aferró a su promesa y esperó pacientemente, estaba segura que no le fallaría, que la iría a buscar, que vivirían mucho juntos y que la felicidad se hallaba casi en la palma de su mano.

Por eso Emilia se sorprendió cuando pasó el tiempo y no apareció. No podía encontrar explicación coherente a semejante desdicha. Se sentía culpable de creer en sus palabras, promesas, proyectos…

Ya no figuraba entre las afortunadas escogidas por el destino. Ahora todo le parecía incierto, lúgubre, triste, desencantado. Ahora solo sentía la crueldad y la maldad con que jugó con ella. No le cabía la menor duda que fue solo una marioneta.

Pero Emilia no siente rabia, ni odio, porque a pesar de todo su corazón le pertenece, por eso se conforma en estos días en esperar a que Cupido recapacite y vuelva a ser para ella el galán, con otro disfraz, que le devuelva la esperanza.

 

Envuelta en sombras

sombraElla volvió a sentir cómo penetraba en su cuerpo la sombra. Irrespetuosamente, sin pedir autorización, se apoderó poco a poco de su anatomía.

Ella sabía que a partir de ese momento ya no podría moverse a su antojo, que sería una marioneta de aquella “cosa extraña”. La sombra se sentía como en casa, y disfrutaba verla sufrir cada segundo, minutos, horas…

Nadie podía verla excepto ella, así que no valía la pena quejarse, no le creerían. Por ello le tocaba nuevamente la tortura de lidiar con su conocida enemiga o ¿amiga?, ya no sabía cómo definirla.

Al final pasaría el tiempo y la herida tendría que sanar a fuerza de no aguantar tanto dolor. Por el momento, solo le bastaba con arrojar al exterior de sus ojos algunas patéticas lágrimas.

Y sigues aquí…

Fidel Castro en nosotros

¿Acaso hay alguna explicación para tu inmortalidad? Esa eternidad de tu presencia que la muerte parece no arrancará nunca. A pesar de que se convirtió tu esbelto cuerpo en cenizas y que reposan allí con otros héroes, sigues aquí, simplemente en cada uno de nosotros. En los que no temen a enfrentar las injusticias, en los que luchan por alcanzar el más temible e imposible de los sueños, en los que creen en que se pueden mejorar las cosas, los logros, un país… Por eso tu inmortalidad transciendo por encima de cualquier mito, por sigues aquí, con nosotros, para la eternidad del futuro de la Patria, Fidel.

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Agua de lluvia

lluviaEstá lloviendo y el agua cae, cae sobre las ventanas de cristal. Golpean las gotas tocando una sinfonía sencilla y bien entonada. El agua cae y llega en su recorrido al suelo, y barre con la suciedad en su función purificadora, y da sensación de limpieza, tranquilidad, transparencia. Pero el agua también da vida, sí, le da vida a las plantas y a otras cosas, y hasta se concilia con lo muerto, que se riega en la tierra como abono para beneplácito de los vivos. El agua cae y da esperanza, da fe de que del barro se puede moldear los cuerpos y hasta el espíritu y el alma misma. El agua cae e invita a observar, desde un rincón, el recorrido de la vida…

Obama por todas partes

Desde este lado de la Isla

Barack ObamaPor Adriel Bosch Cascaret
La visita de Obama a Cuba colma por estos días los titulares de los medios de comunicación dentro y fuera de Cuba y es el tema de moda dentro del cotilleo de cubanas y cubanos, con muy pocas excepciones.
En realidad, el hecho de que un presidente de Estados Unidos de América se encuentre desandando en nuestro suelo es algo que sobrepasa por mucho el imaginario en el que hemos sido formados, donde del Norte “revuelto y brutal” no aceptábamos ni migajas, y por eso la visita –segunda de un mandatario estadounidense a la Mayor de las Antillas a lo largo de la historia y primera en 88 años, es decir dentro de la Revolución y un buen poco más atrás- lo menos que puede tener es la categoría de gran suceso.
“Ahora sí se acaba el bloqueo”, escuché decir esta mañana a una señora bien…

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